Martín Murano busca convertir un episodio macabro en ayuda para animales necesitados. En un sorprendente giro de los acontecimientos, Martín Murano, hijo de la infame envenenadora argentina «Yiya» Murano, ha decidido subastar las tazas utilizadas en los crímenes que aterrorizaron al país en la década de 1970. Sin embargo, en lugar de buscar ganancia personal, Martín tiene un objetivo noble en mente: convertir un oscuro episodio en ayuda para los animales necesitados.
La historia detrás de estas tazas es inusual por decir lo menos. Martín Murano explicó que había regalado la vajilla en cuestión a una señora, pero tras su fallecimiento, la hija de esta mujer se la devolvió. En lugar de deshacerse de estas piezas, Martín ha optado por subastarlas con la intención de hacer el bien en el mundo.
«La vajilla yo se la había regalado a una señora. Esta señora falleció, la hija me la devolvió. Yo la quería tirar porque con una de estas tacitas ella envenenó a Nilda Gamba, la primera de las víctimas que para mí era una persona muy, pero muy querida», explicó Martín Murano.
La subasta, que se llevará a cabo de manera transparente y contará con la presencia de medios de comunicación para fiscalizar el proceso, estará abierta al público. Martín admitió que no tiene experiencia en la organización de subastas y que ha confiado en un amigo youtuber, Maxi Teixeira, para manejar los detalles logísticos.
Los fondos recaudados en la subasta tendrán un destino claro y noble: se utilizarán para comprar alimentos y medicamentos para perros y gatos en un refugio de animales en Mar del Plata. Esta iniciativa busca redimir de alguna manera el pasado oscuro vinculado a las tazas.
Martín Murano también aclaró que su relación con «Yiya» Murano nunca fue afectuosa y que la toma de esta decisión no está relacionada con ningún interés personal. Su única militancia política, afirmó, está centrada en la lucha contra la violencia de género y la defensa de los animales, entre otros valores humanitarios.
La subasta promete ser un evento de gran interés, no solo por su inusual naturaleza, sino también por la noble causa que busca beneficiar. La historia de «Yiya» Murano, en esta ocasión, da un giro sorprendente que demuestra cómo incluso en las circunstancias más sombrías, el espíritu humano puede encontrar formas de hacer el bien.