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La Argentina en depreflación en una década perdida

La Argentina en depreflación en una década perdida

Víctor Fera, dueño del mayorista Maxiconsumo, dijo ayer que el volumen de ventas de setiembre se derrumbó un 10% en comparación con el mismo mes del año pasado, y calculó que el año terminará con una merma de entre 6 y 7 por ciento.Esos datos a nivel d…

Víctor Fera, dueño del mayorista Maxiconsumo, dijo ayer que el volumen de ventas de setiembre se derrumbó un 10% en comparación con el mismo mes del año pasado, y calculó que el año terminará con una merma de entre 6 y 7 por ciento.

Esos datos a nivel del comercio son acordes con los datos sobre el eslabón anterior de la cadena productiva que difundió esta semana la multinacional anglo-holandesa Unilever, una de las líderes mundiales en bienes de consumo masivo que en la Argentina cuenta con marcas como Knorr, Hellmans, Dove, Sedal, Rexona y Ala, entre otras. En su último informe trimestral da cuenta de que el volumen de ventas en el país cayó en los primeros nueve meses del año un 5,3% en relación a igual período de 2017.

Además proyecta para todo el año una disminución del 7%, y estima que el retroceso se prolongará por algún tiempo. Atribuye esos resultados y pronósticos a la muy elevada inflación y al nivel de las tasas de interés.

Además de desestimular la inversión, castigar la acumulación de stocks y por ende inducir comportamientos conservadores a la hora de planificar la producción, el nivel exorbitante en el que están las tasas de interés castiga severamente los errores que cometen los gerentes financieros. Como acaba de suceder en una autopartista muy importante que factura más de $5.000 millones anuales y que cuenta con un staff de ejecutivos altamente capacitados aunque, por supuesto, no infalibles. Su gerente financiero falló en la proyección del flujo de ingresos y egresos y la cuenta corriente del banco le quedó en rojo algunos días: el banco le cobró por el giro en descubierto una tasa anual del 92%, que le significó a la empresa un costo adicional de 1,2 millones de pesos.

Apenas tres ejemplos de lo que está ocurriendo en las empresas y comercios, y que tiene como causa principal el profundo deterioro en el poder adquisitivo de la población y consecuentemente en la demanda de consumo. La Argentina está sufriendo de depreflación.

La realidad es tan contundente que al Gobierno no le queda más remedio que reconocerla. Nicolás Dujovne admite con naturalidad que este año los salarios van a perder frente a los precios, y Dante Sica no duda en señalar que este nivel de tasas de interés no es sostenible por mucho tiempo más.
Pero el Gobierno está en modo «unidemensional», para usar la definición del economista jefe de un banco de inversión: la única dimensión que le interesa es estabilizar el dólar. Al costo que sea en términos de actividad productiva, que según el FMI caerá un 2,6% y otro 1,6% en el año próximo. Tras esos descensos el Producto Bruto Interno argentino será inferior al de 2011.

Casi una década perdida. O más de una década perdida si se toma en cuenta el PBI per cápita.

Es comprensible que a esta altura el Gobierno priorice de manera excluyente y a cualquier costo la estabilidad cambiaria, por la simple razón de que si no lo logra, todo el resto de las variables empeorarían aún más.
Suponiendo que el gobierno consiguiera esa estabilidad, lo difícil de vislumbrar es la manera en que la economía podría retomar un sendero de crecimiento.

No hay duda de que en el horizonte aparecen algunos elementos que le juegan a favor. Aunque es probable que el efecto sea menor que el que muchos creen, es indiscutible que la devaluación del peso va a mejorar la demanda externa de bienes y servicios (turismo entre ellos), va a incrementar la protección para algunos sectores, y a aliviar el desequilibrio de la cuenta corriente.

A eso se suma que habrá un gran salto en la cosecha luego de la fortísima sequía de la campaña anterior, y que debido a la fórmula de actualización los haberes jubilatorios recuperarían parte de lo mucho que han perdido, siempre y cuando la inflación de 2019 sea sensiblemente inferior a la de este año.

Con las caídas en el PBI este año y el próximo, el producto bruto de la economía volvería a niveles de 2011

También están quienes conjeturan con el margen de acción que el Gobierno podría tener en caso de que el tipo de cambio toque el piso de la banda de flotación. El razonamiento es que si eso sucede el Banco Central estaría en condiciones de sostener la cotización comprando reservas, lo que relajaría el torniquete monetario con expansión de dinero y del crédito.

Claro que a todo eso se contraponen otra serie de elementos que le jugarían en contra. Por empezar un masa salarial achicada y que cuesta imaginar expandiéndose, lo que le quita potencial reactivador al consumo. A lo que se agrega el severísimo ajuste fiscal y la mediocre expectativa que genera la inversión. Es decir que de los cuatro componentes de la demanda agregada, sólo el sector externo se perfila como un seguro motorizador.

Nuevamente: todo eso siempre y cuando el gobierno logre cerrar la hemorragia. Al respecto, el rol del FMI y de los Estados Unidos no es un factor menor a considerar. Dada la situación política de la Argentina y la proximidad de las elecciones, ¿no es lógico pensar que Donald Trump, Christine Lagarde y Cía. harán lo suficiente como para que Cambiemos al menos llegue con chance de ganar en octubre de 2019?

El acto del peronismo por el Día de la Lealtad en Tucumán
El acto del peronismo por el Día de la Lealtad en Tucumán

Del otro lado, la división de la oposición peronista no sólo se refleja simbólicamente en los festejos separados por el Día de la Lealtad. También queda en evidencia en el tratamiento del Presupuesto 2019, que muestra al kirchnerismo en una clara posición de rechazo, mientras al llamado peronismo Federal o Alternativo se lo nota incómodo e indefinido.

El dilema que enfrentan estos últimos se puede plantear de la siguiente manera: ¿cómo compatibilizar la pretendida imagen de razonabilidad y sostenedores de la gobernabilidad que los debería llevar a votar un presupuesto, siendo que el presupuesto se hizo a la medida de las condiciones impuestas por el Fondo Monetario al que tanto vituperan?
Una forma de resolver ese dilema es con la ayuda del calendario.

Considerando que la cumbre del G20 tendrá lugar aquí entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre, sería muy extraño que Fondo no apruebe el nuevo acuerdo con el país anfitrión antes de esa fecha. De hecho, ayer se anunció que el Directorio lo tratará el próximo viernes 26, y muy raro sería que no le den el visto bueno.

De ser así, el peronismo de Pichetto, Massa, Urtubey, Schiaretti y Cia. bien podrían demorar hasta casi fin de año el imprescindible aporte de los votos que necesita la aprobación del Presupuesto, mientras siguen despotricando contra las políticas de ajuste que dicta el Fondo. Tal vez eso explique que el gobernador tucumano Juan Manzur haya dicho el miércoles que antes de referirse al Presupuesto «hay que ver lo que se firma con el Fondo».

Es decir que podrían evitar votar el Presupuesto antes de que el Fondo apruebe el acuerdo.

En tal caso, lo que van a tener que explicar después es por qué apoyarían un presupuesto hecho a medida de las exigencias del FMI. Pero a diferencia de las matemáticas, en política puede ocurrir que el orden de los factores altere el producto, y que no de igual votar el mismo presupuesto antes o después del acuerdo con el Fondo.

 

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