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Niños argentinos enviaron cerca de $1.000.000 a infantes ucranianos refugiados

Crespo

Niños argentinos enviaron cerca de $1.000.000 a infantes ucranianos refugiados

La solidaridad no conoce de fronteras y la bondad de un niño/a tampoco, menos aún cuando es impulsada por un sacerdote comprometido con sembrar la fe posible de traducir en actos cotidianos. Desde esa perspectiva, cientos de niños de diferentes ciudades del país -incluso de Entre Ríos-, formaron parte de una gran muestra de acompañamiento a sus pares ucranianos, quienes transitan una dura realidad.

El Padre Jorge Faliszek, quien durante muchos años estuvo al frente de la Parroquia San José de Crespo y que mantiene un fuerte vínculo afectivo con fieles de la localidad y de cada ciudad donde se ha desempeñado, trazó el objetivo desde el grupo de menores que actualmente guía en lo espiritual, en la órbita de las Obras Misionales Pontificias, con sede en Capital Federal.

El sacerdote, de nacionalidad polaca, en diálogo con FM Estación Plus Crespo, contó: «Hace una semana volví de Polonia, donde estuve tres semanas en una misión con los refugiados ucranianos. Ellos están distribuidos por toda Europa, pero principalmente Polonia. Se ha convertido en una nación que hoy contiene a unos 3 millones de personas refugiadas, especialmente mujeres, niños y ancianos. Toda esa gente escapó del Este de Ucrania y algunos se quedan en la zona oriental del mismo país, mientras que otros cruzan la frontera. Por primera vez, Polonia es testigo y partícipe de una acción a esa escala tan enorme, como es recibirlos y extenderles ayuda en todos los lugares donde se pueda. Es un escenario novedoso, pero fundamentalmente un momento de solidaridad y amistad con un país que de repente se nos hizo muy hermano. Y es de destacar esta apertura que mostró Polonia para con los refugiados, porque es una forma de decir no a la guerra, basta de guerra».

«Tengo la gracia de trabajar con la infancia y adolescencia misionera y ellos siempre tienen la tarea de orar por los demás niños del mundo y hacer una actividad solidaria concreta cada año», reveló el religioso al momento de dar cuenta cómo es que se canalizó la ayuda. En tal sentido, explicó: «En febrero de este año, al enterarnos de la guerra, tuvimos un encuentro y decidimos que durante la Cuaresma -que es un tiempo de sacrificio y solidaridad-, íbamos a trabajar para dar una muestra de acompañamiento a quienes están pasando su infancia siendo refugiados. Trabajamos sabiendo que en mayo yo iba a Polonia y podía ser el nexo de ese acercamiento. Colegios y Parroquias de diferentes ciudades con las que tengo contacto, incluso Crespo, se sumaron a juntar centenares de cartas y dibujos, que nuestros niños fueron realizando con mucho cariño. Fueron gestos de amistad que se complementó con una colecta, que superó todas las expectativas».

Con mucha emoción, el Padre Jorge afirmó: «Reunimos cerca de un millón de pesos y de sólo pensar que fue fruto de las monedas de las alcancías de los niños, se me llenaba el alma. Me parecía un gesto enorme, nunca lo hubiera pensado».

La dimensión del aporte que efectuaron los chicos/as de Argentina, multiplicaron la ayuda que llegó a los infantes refugiados: «Extendí la estadía en Polonia. Pensaba regresar el 1 de junio y lo hice el 10, porque recorrí más escuelas de las previstas, centros de refugiados, parroquias y casas de retiros que están funcionando como Centros de Refugiados».

El párroco señaló que «fue inmensa la alegría que tuvieron esos niños/as», y agregó: «Fui a un convento, que conocía de antes, porque mi hermana se recibió allí y el patio -que es enorme-, ahora está lleno de niños de Ucrania. En ciudades donde antes se notaba escases de alumnos, ya recibieron a grupos enteros de refugiados, ahora están desbordadas de estudiantes. Algunas escuelas están con un 100% de alumnos ucranianos y otras están integradas. Es de destacar cómo han fraternizado, se muestran los pequeños con banderas de ambos países y respecto del idioma, descubrimos que podemos entendernos bastante. En pocos meses, las nuevas generaciones han tenido un progreso en lo que es la comunicación e incluso el Consejo de Educación hizo impresión de libros en ucraniano, en las aulas se mezclaron docentes, todos tienen acceso. Los comedores también funcionan para todos, realmente quienes han llegado escapando de la guerra, participan en la vida de las escuelas como si no pasara nada y eso es una alegría».

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